
cuántos seres se nos van,
así de repente.
cuánto dolor dejan;
se los lleva la corriente.
y hartos de rabia y cansancio
cierran lentamente los ojos;
se quiere pensar que duermen.
¡ay, alma en pena, que de estas pérdidas sufres!
y con los ojos hechos mar
y el cuerpo anclado al suelo
y su alma saboreando este amargo chocolate
deja atrás la realidad.
ya sus ojos la habitación no ven
ya sus manos en su suave y blanca piel no están,
ya sólo todo le marece un mar que ahoga.
naufraga en sus recuerdos, vívidos y aún no ciegos,
alimentándose de felicidad o torturándose.
porque estas almas en pena
de poco gozar pueden,
y aunque les roce y amarre el corazón
ser fuertes y gigantes deben.
